Bolsa blanca, problema de vieja data

Cuando alguien compra un vehículo tiene un equipamiento, que por lo general puede ser estándar al modelo de consideración del fabricante o con mayores aspiraciones en una versión superadora. Otro tanto puede decirse de las semillas o de los combustibles, caso último en que la utilización de uno de base afecta y daña los motores, a la larga. Obviamente, cada caso representa la erogación de un costo diferencial por equipamiento y tecnología que aportan al usuario una satisfacción devenida en el respaldo de las investigaciones de mercado arribando, cada vez, a un plus siempre más virtuoso respecto del predecesor. Esto trae mejoras al modo de vida de la sociedad, indudablemente.

Argentina tiene una larga tradición entre dos culturas la que respeta contratos tomando la libre responsabilidad que lo enmarca u otra irregular que afecta a la primera, así su incumplimiento sea parcial. Vale entender que dentro de la llamada bolsa blanca la semilla tiene ciencia, investigación, tecnología, esfuerzo e inversión.

En el campo agropecuario local el algodón ha ingresado en el umbral de una nueva etapa liderada por una empresa privada en convenio con el INTA que destacan calidad y rendimiento en fibra. Para la verificación y constatación que hace seguimiento de ello hay una normativa del INASE indica que las empresas procesadoras de semillas de algodón (deslintadoras), deben requerir al productor información relativa a la semilla en cuanto a variedad, cantidad, origen, étc. que van a enviar para su procesamiento.

El criadero propietario debe ser informado con anticipación según se establece. En caso de que el productor no envíe la información, es la deslintadora quien queda obligada a hacerlo. Este régimen de información luego fue perfeccionado por el sistema denominado Semilla Segura, que proporciona los datos citados por cada una de las empresas que deslintaron semillas.

Es en este punto cuando los cumplimientos efectivos dan lugar a una agilidad que en orden de frecuencia facilita labores de impacto directo en toda la cadena, pero cuando solamente algunas empresas lo hacen o los procedimientos son incompletos, la eficacia se desdibuja. Aquí se manifiesta la falta de ejercicio de control que le corresponde al Estado con perjuicio evidente en la dinámica empresaria que toca a los licenciatarios de esas variedades, y más luego en los avances productivos. Simplemente, perjudica el ritmo y el porvenir geométrico que contrarresta a la performance productiva.

Desde la sanción de la Res 579/17, para práctica habitual, no se estuvo exigiendo la autorización formal del obtentor respecto de que el procesador informe al obtentor las cantidades y variedades procesadas al final de su campaña.

Más próximo en los tiempos, el ministerio de Agricultura había resuelto en marzo pasado, prorrogar el mecanismo de muestreo y control establecido por norma y conocido como “Semilla segura”, para la campaña de cultivos 2019/2020, que tiene al INASE como organismo a cargo.

Este esfuerzo intelectual y productivo de nuestros investigadores guarda la necesidad de reconocimiento y aliento para la generación de nuevas especies. De allí que el uso de semilla legal es la mejor señal que puede dar el productor en ese sentido, sobre todo porque ese progreso se traduce en mayor volumen y calidad de cosecha. Es la bolsa blanca un problema de vieja data que sufren diferentes cultivos. Asimismo, debe entenderse que las autoridades deben contribuir a proteger los derechos de los obtentores para asegurarnos un mercado de semillas de calidad. Los beneficios que se logran son extraordinarios, ya que aumenta la provisión segura de alimentos y favorece el desarrollo económico con menor impacto ambiental.