El tema vuelve al ruedo por las recientes formulaciones colectivas o individuales de quienes integraron la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias del 2008. Cuando un ministerio pasa a ser secretaría de Estado pierde rango jerárquico. Aguzando la mirada cabe un análisis político, administrativo, económico y simbólico, que no se explican en detalle.

Políticamente, el secretario recibe instrucciones de su ministro; está en un plano inferior. Como ministro cabe un vínculo más directo con el Jefe de Estado o los mandatarios provinciales. El secretario tiene intervenidas las decisiones desde un ministerio. Los ministros pueden concurrir a las sesiones del Congreso y tomar parte en sus debates, pero desde luego no votar. Los secretarios no son invitados regulares a las reuniones del gabinete con el Presidente, salvo que sean reuniones ampliadas.

En lo administrativo, el secretario no puede tomar decisiones sin consultar a su ministro; pierde autonomía. A su vez, tampoco resuelve por fuera de lo que se decida en el gabinete del ministerio que integra, por su asistencia como tal. Relega independencia presupuestaria. En caso de que hubiese una orden presidencial que le ponga topes presupuestarios a cada ministerio, el entonces secretario debe moverse con cautela para discutir bajo ésas acotaciones dentro de la estructura piramidal impuesta. Las entidades del campo, deberán sentarse a negociar con secretarios y no con ministros, lo que supone que sus peticiones tendrán un escalón más para llegar a oídos del Presidente. El titular de la cartera está más cerca del poder y por lo tanto, va a tener mayor prioridad dentro de la planificación del Gobierno.

Económicamente, un ministro tiene más asesores y secretarios administrativos. Si la estructura se redujera al pasar a ser secretaría, podría implicar un ahorro. El salario de los secretarios es un 10 % más bajo que el de los ministros. Resta tener certeza con elementos de criterio veraces sobre qué destino le da el ministerio al presupuesto, sumado a la eficacia de los roles de sus funcionarios respecto de la precisión de las políticas que el sector requiere en equilibrio con la dotación que asiste al cumplimiento del programa de gobierno. A la secretaría le recae el peso del recorte de las cuentas y la reducción de personal.

En orden simbólico medir qué impacto tiene en la sociedad –particularmente agropecuaria- es difícil de medir, pero hay un hecho notable sobre el que no se ejerce lobby: el aporte de progreso y divisas que tiene origen en el campo es indudable y, el propio Presidente no se cansa de reconocerlo.

Agroindustria tiene que tomar parte del debate que hace al futuro del sector, estimular la comunicación virtuosa y las BPA para contrarrestar la desinformación eco terrorista, negociar precios, agilizar logística de campaña, alentar leyes, facilitar la administración, dotar infraestructura, medir calidad, competitividad, refrendar eventos biotecnológicos y cuidar del ambiente, entre otras variantes.

Cruzando las variables política, administrativa, económica y simbólica a la luz de lo que el campo aporta y el Presidente dice, cabe devolver a la secretaría el rango de ministerio como un símbolo de declaración de principios de la gestión de Mauricio Macri.